“Invertir en nuestra gente, en nuestros barrios, en nuestras ciudades, sobre todo las mas vulnerables es parte de la agenda social, pero también debe ser parte de la agenda económica y financiera”, afirmó Gabriela Ramos, en el marco de la Conferencia Internacional: Hacia Sistemas de protección Social Inclusivos en América Latina”, este jueves 16 de noviembre, en el Centro de Convenciones de la Conmebol.
Ramos, Directora del Gabinete de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OECD), Sherpa ante el G20 y Consejera Especial del Secretario General OCDE, dijo que “debemos de aprovechar las nuevas tecnologías, sobre todo para una mejor administración de los programas gubernamentales, y en particular los sociales. En todo ello, la formación de capacidades de jóvenes y adultos, y el aprendizaje a lo largo de la vida es fundamental. El mensaje es claro”.
Asimismo, sostuvo que “El aumento de la productividad y la competitividad a través de la inclusión. Es allí donde sector público y privado deben ampliar su inversión y su compromiso. La máxima de crecer primero y distribuir después no funciona. Necesitamos políticas integrales que consideren al individuo al centro de la política económica como mencione al principio. Para ello se necesita un Estado e instituciones públicas también de calidad.
“El mensaje principal es que para el crecimiento económico sea sostenible debe ser inclusivo. Es más, para que el crecimiento sea dinámico y sólido, debe ser inclusivo. Y la inclusión debe entenderse como parte de la competitividad y productividad de los países”, argumentó.
“Al hablar de desigualdad no debemos considerar solo los ingresos, sino las oportunidades. Los bajos ingresos de hecho limitan las oportunidades y genera baja movilidad intergeneracional. Pareciera ser que ciertos grupos concentran desventajas. La calidad de los servicios públicos de salud y educación, el acceso a la justicia e incluso a las instancias de decisión política distan mucho de ser homogéneas para toda la población”, significó.
Aludió a América Latina sosteniendo que tiene una serie de particularidades estructurales que caracterizan sus retos de inclusión social y desigualdad. “Primero, la informalidad y los altos niveles de ingresos exentos también dificultan la recaudación impositiva de los salarios. A esto se añaden los problemas de corrupción que es el cáncer de nuestras sociedades; segundo, la brecha de género sigue siendo muy alta (aunque debo decir que se disminuyó en 13 puntos desde el 2000); y tercero, existe en paralelo a esta economía vulnerable una América Latina próspera caracterizada por altos niveles de educación, competencias y digitalización, aprovechada por solo unos pocos”.
Acotó que “Desafortunadamente, los impuestos, y las transferencias monetarias contribuyen muy poco a reducir la desigualdad. La redistribución no termina ahí, implica también mejor calidad de los servicios, particularmente de la educación y de la salud, que permiten una mayor igualdad de oportunidades”.
Finalmente, agregó que “es fundamental adaptar los sistemas de protección social al nuevo mundo de trabajo, de manera que los derechos se vinculan a las personas y no al trabajo, y así sean transferibles de un empleo a otro. También se tiene que tomar en cuenta los desafíos que genera la creciente importancia de la economía de las plataformas digital basada en gran medida en trabajo independiente y arreglos laborales no convencionales”.